Cristina me suele ayudar a cocinar, son cosas sencillas, no porque ella no pueda hacer cosas complicadas, sino porque yo sólo soy un aprendiz de cocinero y mis secretos culinarios son muy básicos.
En realidad tampoco son tan secretos, por ejemplo, para hacer la masa de pizza no hace falta más que darle vuelta al paquete de harina preparada para tal fin y leer las instrucciones.
Con ese envoltorio junto con los ingredientes que escribió Cristina en sendas hojas de papel, y que pegamos en la pared, preparamos unas estupendas pizzas para cenar.
Después de ser devoradas en ambiente familiar, el único rastro que quedó de ellas fue precisamente esas hojas. Me da pena quitarlas pero no tiene sentido dejar pegado algo que Cristina puede volver a escribir cuando quiera. Porque ya no es novedad que Cristina escriba, ni que cocine conmigo, ni siquiera que disfrutemos haciéndolo.
Se me ha ocurrido que puedo fotografiarlas, ponerlas en el blog y cuando quiera podré venir a verlas, y así me da menos pena quitarlas de la pared.