viernes, 27 de agosto de 2010

Jugando juntas

El otro día paseando con Leyre y Cristina pasamos por el lugar donde hace pocos años había habido un parque con columpios,  y así se lo dije a Leyre: -"¿Te acuerdas de los columpios que había aquí? Aquí fue donde Cristina jugó contigo por primera vez"

Leyre se acordaba de los columpios pero no de que había jugado con su hermana. Yo también casi lo había olvidado, pero todavía lo recuerdo como uno de los primeros progresos de Cristina. Y también me acordé de lo que disfrutamos los tres, ellas jugando y yo mirándolas.

Ahora al cabo de los años vemos casi con normalidad que Cristina juegue con su hermana e incluso con otros niños. El progreso de Cristina en ciertos aspectos ha sido enorme. Y sin embargo ninguno de estos avances ha sido por realizar algo extraordinario. Casi todos han sido haciendo cosas normales, como jugar con su hermana.

viernes, 20 de agosto de 2010

Cristina también se equivoca

Hemos pasado una semana en mi pueblo en el que siempre los vendedores ambulantes pasan ofreciendo cada cuál su mercancía. Un día le tocó a la vendedora de congelados. Acudimos a su encuentro Cristina, mi madre y yo.

Como ya había varias señoras esperando comprar nos pusimos a la cola. Cristina -a través de los cristales de la furgoneta- ya vio algo que le gustaba y de inmediato lo exclamó: -"¡Judías! ¡Papá, quiero judías!"  Le dije que no era nuestro turno y tuve que explicar a las asombradas mujeres que a Cristina le gustaban mucho las alubias verdes.

Cristina, seguía impaciente pidiendo "Judías". Por fin me extrañó su fervor por esa legumbres, que le gustan pero no para tales demostraciones de entusiasmo.

Me acerqué a la furgoneta y mirando donde señalaba, vi que en realidad no quería judías, sino "Gulas" Tras la risa general se las compramos y esa noche cenó como una reina.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Así es más divertido

El primer día de playa les compramos a Leyre y Cristina una pelota. Jugábamos los cuatro a varios juegos que nos enseñó Leyre y en los que Cristina participaba con normalidad.

Otras veces jugaba yo solo con Cristina, en estas ocasiones yo le tiraba la pelota, pero ella en vez de devolvérmela me la tiraba lejos de mi alcance. Muy divertido, aunque sólo para ella que veía con regocijo como tenía que ir a buscarla.

Pero todo el mundo tiene un límite y ya enfadado le dije: "¡Cristina, estoy aquí, así que tírame la pelota aquí!" Y a partir de entonces ya empezamos a disfrutar los dos con la pelota, pasándonosla de uno al otro aprovechando para hacer cabriolas sobre las aguas.

Y hasta me pareció que Cristina disfrutaba más jugando así, que no de la otra forma donde sólo jugaba ella.