jueves, 31 de diciembre de 2009

Once campanadas fueron suficientes


Hace algunos años fuimos a celebrar la Nochevieja  a casa de mis padres, cenando y luego  tomando las uvas, siempre suele ser habitual que seamos un montón de gente.

Llegó la hora de las uvas y todos estábamos pendientes de la televisión y de no confundirnos con las campanadas. Empezaron sonar, y con cada campanada nos comíamos su uva correspondiente. Todo el mundo sabe que este proceso requiere la máxima atención así que nos olvidamos de Cristina, a la que le importaba bien poco el final de año y sus uvas.

Ya había sonado la decimoprimera campanada, cuando estábamos a punto de tragar la última uva la televisión se apagó de improviso. La situación debió ser bastante cómica, en mi caso me quedé con la boca abierta, mientras pensaba que había pasado y si me tenía que comer la uva o no.

No tardamos mucho en descubrir el problema  cuando vimos a Cristina con el enchufe de la tele en la mano.

El mayor acontecimiento de la noche lo había estropeado Cristina. Tras unos instantes de confusión mi hermana Aurora rompió la tensión riéndose a carcajadas y todos nosotros detrás de ella.

Con campanadas o sin ellas que todos comencemos el nuevo año con la misma felicidad.

sábado, 26 de diciembre de 2009

El árbol de Navidad


Pocos de los chocolates que le regalaron a Cristina por su cumpleaños los hemos podido colgar del árbol, algo que ya era fácil de imaginar.
Un año -en casa de mis padres- mi madre colgó además de lo adornos normales varios de estos chocolates que vienen envueltos en papel y que representan figuras navideñas.

Cada vez que íbamos a casa Cristina se acercaba al árbol y cogía un chocolate. Como todavía no hablaba, no pedía permiso ni ayuda, pero se las ingeniaba ella sola para comerse los bombones. Así que muchas veces ni nos dábamos cuenta.

Al final de las fiestas mi madre  empezó a quitar los adornos del árbol, pero cuando fue a quitar los chocolates se dio cuenta que únicamente quedaban los envoltorios. Cristina se los había comido todos, pero sin descolgarlos, los desenvolvía se comía el chocolate y el papel seguía colgado en el árbol.

Mi madre todavía se ríe cuando se acuerda. Después de todo -por culpa del propósito de ponerse a régimen después de las Navidades- muchos de estos chocolates se quedarían sin comer. Así que parece buena idea la de Cristina, porque el árbol sigue bonito, se empieza el año sin incumplir propósitos y se disfruta de la Navidad.

viernes, 18 de diciembre de 2009

¡Feliz Navidad!

La tecnología es capaz de hacer bailar a Cristina un baile casi acrobático mientras suena un villancico de Boney M. Y todo ello sin perder la sonrisa. Tampoco hay que perderse el baile del angelote que le acompaña.



Qué mejor forma de desear a todo el mundo una ¡Feliz Navidad!

sábado, 12 de diciembre de 2009

Una Navidad diferente



Desde que en su clase han puesto el árbol de Navidad, Cristina está más contenta que de costumbre. En casa también lo pusimos ayer junto con el Belén.

El otro día paseando con ella se paró de imprevisto delante de un escaparate y exclamó: -"¡Mira papá, Jesús!"

Yo empecé a mirar a lo largo y ancho del escaparate lleno artículos más o menos de oferta, y justo después de un rato encontré a lo que se refería Cristina: Había una Belén, rodeado de toda la mercancía que la tienda quería vender.

La Navidad de Cristina es diferente a la nuestra. Mientras que para muchos de nosotros es un frenesí de cenas, compras, regalos... Para ella no es más que un árbol de Navidad con las luces encendidas y unas figuras que representan el Nacimiento de Jesús.

Yo pienso que de todas las cosas que nos trae la Navidad ella ha elegido las mejores. Es comprensible entonces que esté tan contenta.

P.D.: La foto es del Belén que ella ha recortado y pegado en el colegio.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Lotería de Navidad



Esta lotería la regala la administración Z13 de Zaragoza a todos los blogeros a través del blog Alas de Plomo. Yo por si acaso la pongo aquí, que nunca se sabe. Además hay que repartirlo entre más blogs:



viernes, 4 de diciembre de 2009

A veces cambiar no es malo


Cuando Cristina era mucho más pequeña pasaba de mí olímpicamente. Yo le hablaba, y ella resbalaba su mirada a través de mí demostrándome -sin necesidad de  palabras- que cualquier cosa de las que había visto era más interesante que yo.

El sábado pasado nos fuimos al cine, íbamos todos. Como llegábamos tarde mientras Leyre, Cristina y su madre subían en ascensor para coger sitio en la cola, yo subía por las escaleras para  sacar dinero y comprar las entradas. Cuando Cristina me vio subir, me llamó para que fuera con ellas. Al decirle que no, exclamó: -"¡Voy a buscar a papá!" e intentó correr hacia las escaleras para venir conmigo. Unos y otros le hicimos ver que mejor era subir por el ascensor, pero se quedó llorando llamándome pensando que yo me iba hacia otro lugar.

Gracias a los cambios lentos pero continuos de Cristina yo he ido entrando en su vida. Aunque  también, podría ser que yo hubiera cambiado mucho más que ella hasta conseguir que me tuviera en cuenta.