viernes, 24 de enero de 2014

Con tranquilidad y confianza

Todavía recuerdo la primera herida que se hizo Cristina porque fue una manera bastante repentina de enterarnos de su terror a verse sangrar.

Siempre ha sido bastante ágil y aunque no paraba de correr casi nunca tropezaba ni caía. Pero un día -en pleno verano- se cayó  y se hizo una herida bastante fea en el codo. Tuvimos que volver a casa corriendo porque lloraba a grandes voces y sin consuelo posible. Le daba miedo mirarse la herida pero tampoco podía evitar mirarla.

Ya en casa encontró un jersey de manga larga y con capucha, se lo puso y las mangas ocultaron la herida con lo que se calmó de inmediato. Pero el jersey se lo había puesto al revés y la capucha le caía delante de su cara.

Pese a nuestros intentos no fuimos capaces de convencerla para darle la vuelta al jersey ni siquiera pudimos curarle. Durante tres o cuatro días tuvo puesta así la prenda, dentro de casa, porque con esas pintas no podía ir a la calle. Finalmente, una noche, mi mujer pudo quitarle el jersey y comprobar el estado de la herida que ya iba curando.

Creo que toda la situación nos asustó un poco, porque no esperábamos semejante reacción. Tiempo después, cuando Cristina maduró un poco más y nosotros aprendimos otro poco, todos vimos que con confianza y tranquilidad muchas cosas se curaban con una simple tirita.

viernes, 10 de enero de 2014

Alegría recuperada


A Cristina le gusta mucho escuchar música, no tiene muy claro su estilo porque sus gustos van  desde Miliki hasta Lady Gaga, pasando por Gloria Gaynor o Hanna Montana, antes de convertirse en Miley Cyrus.

Como es una chica prevenida tiene dos aparatos de este tipo -por si a uno de ellos le falla la batería- y los dos siempre deben estar dispuestos a utilizarse. Por eso el otro día cuando fui a darle las buenas noches me señaló uno de ellos y me dijo, un tanto compungida:  - "Papá, no funciona".

Sin mucha esperanza se lo cogí y me lo llevé para comprobar qué le ocurría y no paré de mirarlo por dentro y por fuera hasta encontrar lo que ocurría y solucionarlo.

Excesivamente orgulloso de mi éxito se lo devolví esperando su agradecimiento, por las justas le conseguí sacar un "gracias", da igual, porque le resolví su gran problema y  la alegría le volvió a desbordar.