miércoles, 31 de agosto de 2011

Lo difícil es empezar

Al principio de nuestras lecturas alternativas intentaba que Cristina leyese lo más posible. Por eso -haciendo honor a mi fama de tramposo-  yo leía la portada del libro, para que Cristina comenzase por la primera página del cuento.

Cristina no tardó en darle la vuelta a mi truco y ahora siempre es ella la que lee ahora la del cuento y el que empieza a leerlo soy yo. Me di cuenta que era la típica situación en que las trampas se vuelven contra uno mismo.

Y sin embargo, parece que no ha resultado tan mal, porque al leer la portada del libro hace lo más difícil: empezar a leer, y una vez que empieza la lectura todo resulta mucho más fácil.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Agradecidos por haberlos conocido

En su reciente visita a España con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, el Papa Benedicto XVI visitó el Instituto San José, dedicado entre otras actividades al tratamiento de personas con discapacidad psíquica.

Su discurso en esta Fundación se puede leer íntegramente aquí , pero a mí me gustó mucho el siguiente párrafo:
Por otro lado, vosotros sois también testigos del bien inmenso que constituye la vida de estos jóvenes para quien está a su lado y para la humanidad entera. De manera misteriosa pero muy real, su presencia suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación. Ciertamente, la vida de estos jóvenes cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos conocido.


viernes, 19 de agosto de 2011

Tribulaciones de un vaso amarillo

Si alguien  está haciendo turismo por Zamora (España) y tiene sed puede darse una vuelta por el Puerto de Escuredo. En  plena subida existe una fuente con varios caños de la que no cesa nunca de manar un agua fresquísima.

Como no para de echar agua, la sobrante queda en un depósito donde los helicópteros la recogen  para sofocar los posibles incendios forestales.

Casi todos los años que estamos en mi pueblo preparamos la merienda y vamos allí a pasar la tarde. No hace falta llevar bebida, pero sí algún receptáculo para el agua. Yo cogí un vaso amarillo.

El vaso se lo quedó Cristina. Varias veces lo lanzó al depósito y lo pudimos rescatar. Finalmente lo dimos por perdido cuando lo introdujo en un profundo desagüe de la fuente.

De todos los que estábamos allí me pidió a mí ayuda porque poseía el brazo más largo, pero no llegaba ni siquiera a tocarlo. Finalmente fue mi mujer- con un brazo más corto pero con más maña- quién rescató el útil recipiente.

Una tranquila merienda se convirtió además en una feliz tarde porque no perdimos el vaso. La culpable de de las tribulaciones del vaso gritaba como la que más  junto al resto de nosotros, mientras felicitaba a su madre por el inteligente rescate.

viernes, 12 de agosto de 2011

En el pueblo

La fotografía de arriba es de mi pueblo donde hemos pasado unos días de total tranquilidad. Ahí entre las casas y en plena calle jugábamos Cristina y yo al bádminton.

A Cristina le gusta jugar al tennis, pero su juego consiste en tirar lejos la pelota para que su contrincante corra detrás de ella, mientras escucha: -"¡Te gané!" El juego pierde su gracia a la tercera o cuarta carrera.

Pero no ocurre lo mismo con el bádminton. Encontré unas viejas raquetas y jugábamos todos los días. A Cristina se le daba bastante bien y ambos nos hemos divertido bastante. Los partidos eran muy disputados, algo que no se reflejaba el marcador. Cristina llevaba siempre la cuenta, al final los resultados eran demasiado abultados: -"Cristina: 1342, papá: 0", otras veces se permitía el lujo de concederme algún punto: -"Cristina: cien mil, papá: 20"

A la vista de tanta desproporción cualquier otro jugador se hubiese retirado, yo siempre mantenía la pequeña esperanza de poder ganar alguna vez, nunca lo conseguí. Seguiré intentándolo.

domingo, 7 de agosto de 2011

Lecturas provechosas

Cristina cada vez lee mejor, aunque todavía la lectura no es del todo fluida. En vacaciones tiene que leer cuentos.  Son muy cortos pero aún así no le gusta nada leerlos. Algún día lo dejábamos por imposible porque tozudamente se negaba a leer.

Se me ocurrió que podríamos leer alternativamente una hoja cada uno. La idea no parecía muy buena porque así únicamente leía medio cuento. Sin embargo ha parecido gustarle el sistema y conseguimos leer entre los dos hasta cuatro cuentos.

Cuando me toca leer a mí cometo errores inexplicables como: -"Rapunzzel era la niña más fea del mundo", o bien, -"¿Quién le pondrá el cascabel al perro?" Por suerte Cristina me corrige de inmediato y me aclara que Rappunzzel era muy hermosa y que era un gato al que había que poner el cascabel.

Así que mi idea no parece tan mala al final. Porque lee ella, mantiene la atención corrigiendo mis errores y lo más importante: los dos pasamos un rato agradable.