martes, 30 de noviembre de 2010

Una obra de arte que hay que comer

Este sábado celebramos el cumpleaños de Cristina. Vinieron casi todos sus tíos y todos sus primos. El momento más esperado es cuando aparece la tarta: Todos los primos se arremolinan alrededor del "cumpleañero" para verle soplar las velas. Mientras, los mayores nos afanamos en sacar las fotos y que todos salgan en el plano. (Cada vez más difícil)

Fue nuestra amiga Mª Nieves quien nos hizo la tarta, como siempre espectacular. El problema es que a Cristina le gustó tanto que no quería partirla. Como cualquier otra obra de arte la hubiera dejado en un lugar bien visible donde poder verla todos los días.

Tras una reticencia inicial conseguimos que fuera ella la que le diese el primer corte. Después,  todo el mundo que quiso pudo degustar la deliciosa tarta. Que estaba tan buena como aparenta.

viernes, 26 de noviembre de 2010

10 años de progresos

Cuando el Cheff Gordon Ramsay   llega a un restaurante que está en la ruina, lo primero que intenta es hacer ver a sus propietarios -en algunos casos con extrema crudeza- lo mal que están llevando su negocio.

Si los propietarios son capaces de asimilar que tienen un problema y que tienen que trabajar mucho para solucionarlo es cuando Gordon les puede ayudar. Y en un par de semanas consigue dejar el restaurante completamente distinto a como lo encontró y con grandes expectativas para el futuro.

Cristina cumplió el lunes 10 años. Creo que nosotros con el tiempo hemos sido capaces de asimilar su situación. Sus progresos durante estos años han sido continuos. Aunque, al contrario de lo que logra el famoso cocinero, muchos de ellos no se han conseguido en quince días. Pero las expectativas para el futuro son igual o mejores que las que consigue Gordom Ramsay.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Con el estímulo adecuado

A Cristina le he intentado enseñar a andar en bici varias veces. Siempre sin éxito. En cuanto sentía que la bici se balanceaba se bajaba de ella inmediatamente. Daba igual que yo estuviese detrás sujetándola y que le asegurase que no se iba a caer. Otras veces en cuanto le enseñaba el vehículo su negativa era tajante.

Sin embargo mi mujer este año lo consiguió, además sin mucho esfuerzo por su parte. Estábamos en Cortes y había comprado unos huevos Kinder, famosos por las sorpresas que llevan dentro. Cristina en cuanto los vio se quiso comer uno: -"Mamá, quiero un huevo de chocolate".

A su madre se le ocurrió contestarle: -"Si quieres un huevo tendrás que andar en bici" Cristina se olvidó de todos sus miedos, cogió la bicicleta y empezó a andar. Cuando se cansó de dar pedales su madre tuvo que darle el huevo prometido.

Está claro que muchas veces necesitamos estímulos para conseguir algo, pero cuando  vienen de una madre el éxito está asegurado.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Una contradicción

Cristina sigue con su costumbre de cerrar la puerta cuando va a ducharse. Con la puerta cerrada prepara todas las cosas necesarias para bañarse y cuando está lista nos llama. El problema es que también sigue con su costumbre de gastar mi espuma de afeitar. Eso sí, cada vez menos porque ya sabe perfectamente que no me gusta.

Pero el otro día me quedé sorprendido cuando vi su nombre escrito detrás de la puerta. Únicamente había escrito "Cris" -su sobrenombre cariñoso- utilizando el bote de la espuma a modo de spray de pintura.

Como se ve en la foto, no reparó en gastar el producto y tuve que esconder la sonrisa, porque me hizo bastante gracia la forma en que la había utilizado. Y, aunque parezca contradictorio, le reñí por malgastar la espuma. Porque ya va siendo mayor y creo que  debe ser responsable de sus actos.

Mi reprimenda parece haber tenido resultado porque hasta el momento  no ha vuelto a hacerlo. Pero ahora cuando me avisa de que puedo entrar al baño  miro detrás de la puerta y veo con pena que me ha obedecido.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Hubiera sido un buen anuncio

Encontré el otro día en el súper un enjuague bucal para niños, sin pensármelo dos veces se lo compré a Cristina. Cuando llegué a casa me di cuenta de la mala compra que había hecho. Porque Cristina jamás se bebe o se lleva a la boca ningún líquido que no sea agua. Ni siquiera bebe leche. Dejó de tomar leche cuando dejó el biberón. La que toma lo hace empapando un montón de galletas en ella y comiéndolas con cuchara.

Sin embargo lo intentamos. Primero Leyre y luego yo, nos tomamos el líquido, nos enjuagamos la boca y lo escupíamos, todo con mucho teatro para mostrarle a Cristina lo divertido que era y que en realidad no se bebía.

Le tocó el turno a Cristina -y con la mayor de mis sorpresas- lo tomó, se enjuagó y lo escupió, luego fue a secarse rápidamente la lengua con un trapo.

Desde ese día, cada vez con menos reticencia, se enjuaga la boca con ese líquido rojo y de sabor a fresa.

Lo que jamás nadie había conseguido, un simple enjuague bucal ha sido capaz. Seguro que al fabricante no se le ha ocurrido publicitarlo así.