
La semana pasada tuvimos la suerte de conocer a Erik y a su madre Anabel. El primer día que vinieron a casa Cristina no les hizo mucho caso. Menos mal que estaba Leyre y Erik pudo jugar con ella.
Por suerte pudimos quedar para otro día, y salir a pasear. Ya Cristina le prestó más atención a Erik, incluso formaron equipo para rechazar un ataque de manzanas lanzado por algunos críos del barrio.
Luego celebraron el encuentro dando cuenta de sendos bocadillos, de Nocilla para una y de Nutella para otro. Que es lo mismo, pero a las cosas importantes hay que llamarlas por su nombre.
Todos los padres y madres con niños con autismo que he conocido tienen una cosa en común: el entusiasmo por ayudar a sus hijos a aprender y a valerse por sí mismos.
Pero el entusiasmo de Anabel es excepcional, porque además nos lo transmitió a nosotros.
Por suerte pudimos quedar para otro día, y salir a pasear. Ya Cristina le prestó más atención a Erik, incluso formaron equipo para rechazar un ataque de manzanas lanzado por algunos críos del barrio.
Luego celebraron el encuentro dando cuenta de sendos bocadillos, de Nocilla para una y de Nutella para otro. Que es lo mismo, pero a las cosas importantes hay que llamarlas por su nombre.
Todos los padres y madres con niños con autismo que he conocido tienen una cosa en común: el entusiasmo por ayudar a sus hijos a aprender y a valerse por sí mismos.
Pero el entusiasmo de Anabel es excepcional, porque además nos lo transmitió a nosotros.