
A Cristina le gustan mucho los insectos, cualquiera de ellos: mariquitas, moscas, hormigas, arañas... Y otros invertebrados como los caracoles.
Paseando hace tiempo por el parque de Cortes vimos uno enorme. Fiel a su naturaleza se arrastraba por el suelo y Cristina iba directa hacia él. Estuve apunto de apartarla de su camino para que no lo pisara. Pero me pareció que lo miraba con cierto interés así que pensé: -"La voy a dejar, quizás se pare a observarlo"
No había acabado mi reflexión cuando el pie de Cristina ya había aplastado al caracol, y el "crash" de su concha ahogó en mi garganta el grito de "¡Cuidado!" El pobre molusco al que yo podía haber salvado la vida quedó aplastado en medio del parque.
Hace pocos días después de un día lluvioso salimos a pasear de nuevo, esta vez al lado del río. La historia se repetía: Otro caracol se cruzaba en nuestro camino. Sin embargo, ahora Cristina sí que se paró. Primero a mirarlo, luego a estudiarlo y tocarlo con detenimiento y, finalmente, a adoptarlo y llevárselo a casa.
El primer caracol se encontró demasiado pronto con Cristina, el segundo tuvo la suerte que Cristina ya contempla con interés el mundo que le rodea.
P.D.: El caracol me lo dio a mí para que se lo llevara. Y en un descuido se me escapó de entre las manos. Cuando se lo expliqué a Cristina no me creyó en absoluto.
Paseando hace tiempo por el parque de Cortes vimos uno enorme. Fiel a su naturaleza se arrastraba por el suelo y Cristina iba directa hacia él. Estuve apunto de apartarla de su camino para que no lo pisara. Pero me pareció que lo miraba con cierto interés así que pensé: -"La voy a dejar, quizás se pare a observarlo"
No había acabado mi reflexión cuando el pie de Cristina ya había aplastado al caracol, y el "crash" de su concha ahogó en mi garganta el grito de "¡Cuidado!" El pobre molusco al que yo podía haber salvado la vida quedó aplastado en medio del parque.
Hace pocos días después de un día lluvioso salimos a pasear de nuevo, esta vez al lado del río. La historia se repetía: Otro caracol se cruzaba en nuestro camino. Sin embargo, ahora Cristina sí que se paró. Primero a mirarlo, luego a estudiarlo y tocarlo con detenimiento y, finalmente, a adoptarlo y llevárselo a casa.
El primer caracol se encontró demasiado pronto con Cristina, el segundo tuvo la suerte que Cristina ya contempla con interés el mundo que le rodea.
P.D.: El caracol me lo dio a mí para que se lo llevara. Y en un descuido se me escapó de entre las manos. Cuando se lo expliqué a Cristina no me creyó en absoluto.
Pobre caracol, uno por el pisoton de Cris y otro por el cabeza hueca de su padre. Ya sabes, para su cumple un caracol que le dure algo mas. Cuenta que tal se prepara su cumple y si ella lo espera con ilusion. Besos, Marian
ResponderEliminar¡qué bueno!, el caso es que a Erik también le encantan los insectos y los bichos pequeños. Y como con Cris, han tenido diferentes destinos, ja,ja.
ResponderEliminarBesotes enormes y ¡buen fin de semana!
jaja qué risa!! Pobre primer caracolillo...
ResponderEliminarHola Fernando, te dejé un regalito en mi blog que espero te guste. Un abrazo.
ResponderEliminarhola fernando .bonita anecdota me a recordado el primer dia que le pusimos a celia las gafas,porque se paraba a cada momento para ver a las hormigas ,los escarabajos etc,etc.estos niños son increibles .un besote eenorme y un abrazo.
ResponderEliminarHola Fer me gusto la anecdota, aparte Cristina nos enseña que podemos tener la oportunidad siempre de cuidar de alguien mas pequeño y a veces no darnos cuenta en que por un descuido le hacemos daño.
ResponderEliminarespero te encuentres bien, un abrazo y bendiciones para Cristina
Cla adpe 2mil9