Son fiestas en el barrio. Quedamos a cenar unos bocadillos con Leyre, sus amigos del colegio y un montón de padres. Cristina nos acompañaba.
Fuimos al bar donde tuvimos que esperar un buen rato a que llegara nuestro turno. Ya cansados de esperar dentro del bar salimos fuera donde hacía un frío helador, y eso que es casi julio.
Por fin pudimos entrar y pedir todos nuestros bocadillos. Pero el mío de lomo con queso y pimiento verde se perdió por el camino. Y tuve que esperar otro rato a que viniera.
Conseguí devorar mi apetitoso bocadillo acompañado con un gran vino de Navarra y tener tranquilas conversaciones con los padres que coincidía.
Al final, Cristina se cansó. Habían pasado más de dos horas desde que habíamos llegado. Dejé que su madre se quedase charlando y nosotros salimos del bar rumbo a las atracciones que han puesto en el barrio.
Antes de salir, mi mujer -que me conoce bien- me dijo: -"Sé generoso con ella, se ha portado genial." Todavía chupándome los dedos le di la razón.
Coincido en un 100% que Cristina es extraordinaria.
ResponderEliminarCariños,
Rosio
El título me parece acertadísimo como juego de palabras: "Nada extraordinario, salvo Cristina". Es decir, "Cristina, tan extraordinaria que convierte en ordinario todo lo demás". Un 10.
ResponderEliminar(Por cierto, a ese bar mandamos al chef Gordon y les pone las pilas por la vía rápida)
Grandes vinos, grandes reyes, grandes niños y grandes pequeños pinchos.
ResponderEliminar¡Aupa Navarra extraordinaria!