Pero de vez en cuando aparecen -dejados por el Ratoncito Pérez- chocolatinas y bombones.
Cristina que sabe que no puede comer mucho chocolate, sin embargo lo intenta por todo los medios, aunque eso signifique compartirlo. Así fue cuando quiso comerse un kit-kat, pero previamente tenía que conseguir nuestro permiso más o menos tácito.
Uno por uno nos fue preguntando a todos y obteniendo la misma respuesta:
- "Papá ¿quieres chocolate?"
- "No, gracias"
- "Leyre, ¿quieres chocolate?"
- "No, gracias"
- "Tía Gemma, ¿quieres chocolate?"
- No gracias"
- "Mamá ¿quieres chocolate?"
- "No, gracias"
Por una vez se puso en nuestro lugar y pensó que le daríamos la excusa para poder comerse la chocolatina. Le salió mal, pero rápidamente encontró la solución: -"¡Pues me lo como yo!"
Fernando, te aseguro que si tu hija me conociera no haría esa pregunta. Los peques de mi familia saben el peligro que tienen sus golosinas si ando yo cerca. Es lo que tiene ser "semejante a un niño".
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Jajajaja, mmm, que tendrá el chocolate.
ResponderEliminarqué solución más acertada!! jajaja
ResponderEliminarno se puede resistir uno al poder del chocolate jejeje
jajajaja genial!! si es que los niños tienen recursos para todo... sobre todo si el objetibo es comer chocolate, sino pasate por mi blog y veras que la ultima entrada trata de como la liaba yo de pequeña para conseguir el preciado manjar jejeje
ResponderEliminarBuenos días Fernando. La educación en el ejercicio de matemáticas compartidas ante todo nunca está reñida con una buena división todo/1=todo. Mi chocoadicción es terrible y no tengo tanta fuerza de voluntad como para decir no a un chocolate. Un abrazo.
ResponderEliminares que Cristina es genial, me alegro que disfrutase ella solita del Kit Kat.
ResponderEliminarUn beso y felices fiestas Fernando
Bueno, bueno, bueno... Quique tiene verdadera devoción por las chuches y por el chocolate. Es algo exagerado, os lo digo de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo para todos y feliz navidad :)