jueves, 31 de diciembre de 2009

Once campanadas fueron suficientes


Hace algunos años fuimos a celebrar la Nochevieja  a casa de mis padres, cenando y luego  tomando las uvas, siempre suele ser habitual que seamos un montón de gente.

Llegó la hora de las uvas y todos estábamos pendientes de la televisión y de no confundirnos con las campanadas. Empezaron sonar, y con cada campanada nos comíamos su uva correspondiente. Todo el mundo sabe que este proceso requiere la máxima atención así que nos olvidamos de Cristina, a la que le importaba bien poco el final de año y sus uvas.

Ya había sonado la decimoprimera campanada, cuando estábamos a punto de tragar la última uva la televisión se apagó de improviso. La situación debió ser bastante cómica, en mi caso me quedé con la boca abierta, mientras pensaba que había pasado y si me tenía que comer la uva o no.

No tardamos mucho en descubrir el problema  cuando vimos a Cristina con el enchufe de la tele en la mano.

El mayor acontecimiento de la noche lo había estropeado Cristina. Tras unos instantes de confusión mi hermana Aurora rompió la tensión riéndose a carcajadas y todos nosotros detrás de ella.

Con campanadas o sin ellas que todos comencemos el nuevo año con la misma felicidad.

6 comentarios:

  1. O sea, que la última campanada la dió Cristina!! Muy bueno!!
    saludos!

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  2. Así es! a partir de ese año siempre nos preocupamos por saber que hace Cris durante las campanadas...jeje

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  3. ja,ja, te iba a escribir lo mismo que sarah: Cristina y su última genial campanada.
    Y aquí los primeros besotes del año.

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  4. jaja, no sé si le importaba tan poco después de todo :)
    Un abrazo!

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  5. buena manera de empezar el año, riendonos todos, un sludo a todos y Feliz año!!!!
    sandra

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