En Cortes hay mucha devoción por su Santo Cristo y es habitual ver personas rezando ante Él. Hace un par de semanas acudimos a la Iglesia del pueblo porque se celebraban las bodas de oro de unos familiares.
Cristina vio enseguida a un señor rezando ante el Crucifijo y de inmediato se arrodilló al lado del hombre. Y ahí estuvo unos segundos mirando a la figura.
Realmente si se arrodilló fue porque le llamó la atención el hombre, pero aunque así fuera, seguro que al Santo Cristo su visita no le pasó desapercibida.
viernes, 29 de octubre de 2010
viernes, 22 de octubre de 2010
Cuando lo malo es bueno
No tendría Cristina todavía los 3 años y le habían hecho todo una serie de pruebas médicas porque nosotros ya le habíamos notado que algo no iba bien.
Por un tiempo tuvo la costumbre de coger la escobilla del baño y jugar con ella. Yo me enfadaba y se la hacía dejar otra vez en su sitio.
Al poco tiempo volvía a cogerla y si yo no me daba cuenta, me tocaba con ella en el brazo o en la espalda, para que me diera cuenta que la había cogido, y yo vuelta a reñirle. Sinceramente era incapaz de comprender porque además de no obedecerme me retaba de aquella forma.
En las primeras reuniones que tuvimos con los psicólogos para hablar de Cristina yo -como rasgo negativo- les comenté la historia de la escobilla, esperando una típica reacción por su parte: "Eso es muy poco sano", "Tendréis que explicarle que no se puede coger", etc.
Sin embargo, creo que eran dos personas las que estaban con nosotros, al unísono dijeron: -"¡Qué bien, eso es muy bueno!" Así que una actitud tan negativa de repente pasaba ser de lo más positiva. Luego he entendido que con la escobilla de una u otra forma se daba cuenta de mi presencia en su mundo.
Lo de la escobilla duró muy poco tiempo, definitivamente dejó de jugar con ella. Aunque fuese una cosa positiva mejor así. Había muchas otras cosas en casa con las que podía jugar y llamarme la atención.
Por un tiempo tuvo la costumbre de coger la escobilla del baño y jugar con ella. Yo me enfadaba y se la hacía dejar otra vez en su sitio.
Al poco tiempo volvía a cogerla y si yo no me daba cuenta, me tocaba con ella en el brazo o en la espalda, para que me diera cuenta que la había cogido, y yo vuelta a reñirle. Sinceramente era incapaz de comprender porque además de no obedecerme me retaba de aquella forma.
En las primeras reuniones que tuvimos con los psicólogos para hablar de Cristina yo -como rasgo negativo- les comenté la historia de la escobilla, esperando una típica reacción por su parte: "Eso es muy poco sano", "Tendréis que explicarle que no se puede coger", etc.
Sin embargo, creo que eran dos personas las que estaban con nosotros, al unísono dijeron: -"¡Qué bien, eso es muy bueno!" Así que una actitud tan negativa de repente pasaba ser de lo más positiva. Luego he entendido que con la escobilla de una u otra forma se daba cuenta de mi presencia en su mundo.
Lo de la escobilla duró muy poco tiempo, definitivamente dejó de jugar con ella. Aunque fuese una cosa positiva mejor así. Había muchas otras cosas en casa con las que podía jugar y llamarme la atención.
viernes, 15 de octubre de 2010
Casi todos contentos
Quizás el problema menos conocido de los niños con autismo son sus rabietas, algunas de ellas antológicas, y Cristina no iba a ser una excepción. Cuando tocaban en público yo terminaba pidiendo que la tierra me tragara. Gracias a Dios no me tragó porque a todo se acostumbra uno y, como todo, poco a poco van pasando. Aunque algunas veces Cristina se acuerda de ellas pero no tienen nada que ver como cuando era pequeña
Todavía en las fiestas de Cortes volvíamos a casa después de dar una vuelta, Cristina ya se había adelantado y estaba delante de un carro de chucherías hablando al vendedor: "-Señor, quiero una bolsa de patatas"
Llegué justo en el momento en que el dependiente le extendía la bolsa de patatas, y me dio tiempo a decirle: -"Cristina, no cojas las patatas" Cristina no me hizo el menor caso y el dependiente tampoco, porque la primera seguía pidiendo las patatas y el segundo se las seguía ofreciendo.
Visto el panorama, y temiendo lo peor, ya había metido la mano en el bolsillo para sacar el dinero y pagarle, pero seguí insistiendo y esta vez se me ocurrió darle una razón por la que no podía coger las patatas: -"Cristina, no cojas las patatas. No tienes dinero"
Por fin se convenció. Debió de darse cuenta que tenía razón y que no las podía pagar. Nos alejamos del carro; además yo muy contento por el dinero ahorrado y por la reacción de Cristina. Quizás el vendedor no quedó tan feliz.
Todavía en las fiestas de Cortes volvíamos a casa después de dar una vuelta, Cristina ya se había adelantado y estaba delante de un carro de chucherías hablando al vendedor: "-Señor, quiero una bolsa de patatas"
Llegué justo en el momento en que el dependiente le extendía la bolsa de patatas, y me dio tiempo a decirle: -"Cristina, no cojas las patatas" Cristina no me hizo el menor caso y el dependiente tampoco, porque la primera seguía pidiendo las patatas y el segundo se las seguía ofreciendo.
Visto el panorama, y temiendo lo peor, ya había metido la mano en el bolsillo para sacar el dinero y pagarle, pero seguí insistiendo y esta vez se me ocurrió darle una razón por la que no podía coger las patatas: -"Cristina, no cojas las patatas. No tienes dinero"
Por fin se convenció. Debió de darse cuenta que tenía razón y que no las podía pagar. Nos alejamos del carro; además yo muy contento por el dinero ahorrado y por la reacción de Cristina. Quizás el vendedor no quedó tan feliz.
viernes, 8 de octubre de 2010
Una cara muy seria
Las fiestas de Cortes continuaron hasta el fin de semana pasado. De nuevo fuimos con Cristina a que se montase en los caballitos.
Le di el dinero necesario para que acudiese a la taquilla a comprarse la ficha. En la taquilla, una señora con cara muy seria, casi de malas pulgas, expedía las fichas. Cristina se acercó y le dejó el dinero sin decirle nada.
Así que tuve que entrar en escena bajo la mirada impertérrita de la taquillera:
Yo: -"Cristina, dile a la señora que quieres una ficha, por favor"
Cristina: -"Señora, quiero una ficha por favor"
Yo: -"Mira a la señora cuando le hables" Porque a todo esto, Cristina estaba absorta mirando como los caballitos daban vueltas.
Esta vez Cristina miró a su interlocutora y repitió su petición.
Mientras, la señora de la taquilla había estado mirando a Cristina sin pestañear ni cambiar su cara de malas pulgas. Al final cuando Cristina cumplió con todo lo que le mandaba, le sonrió, le dio la ficha que pedía y le dijo: -"Toma niña, y una ficha de regalo"
Seguro que la señora de la taquilla habrá pasado muchas horas dentro de ella, y habrá vendido miles de fichas a miles de niños. Yo pienso que además de vender también habrá aprendido mucho, tanto como para saber que cómo agradecer el esfuerzo de Cristina.
Le di el dinero necesario para que acudiese a la taquilla a comprarse la ficha. En la taquilla, una señora con cara muy seria, casi de malas pulgas, expedía las fichas. Cristina se acercó y le dejó el dinero sin decirle nada.
Así que tuve que entrar en escena bajo la mirada impertérrita de la taquillera:
Yo: -"Cristina, dile a la señora que quieres una ficha, por favor"
Cristina: -"Señora, quiero una ficha por favor"
Yo: -"Mira a la señora cuando le hables" Porque a todo esto, Cristina estaba absorta mirando como los caballitos daban vueltas.
Esta vez Cristina miró a su interlocutora y repitió su petición.
Mientras, la señora de la taquilla había estado mirando a Cristina sin pestañear ni cambiar su cara de malas pulgas. Al final cuando Cristina cumplió con todo lo que le mandaba, le sonrió, le dio la ficha que pedía y le dijo: -"Toma niña, y una ficha de regalo"
Seguro que la señora de la taquilla habrá pasado muchas horas dentro de ella, y habrá vendido miles de fichas a miles de niños. Yo pienso que además de vender también habrá aprendido mucho, tanto como para saber que cómo agradecer el esfuerzo de Cristina.
viernes, 1 de octubre de 2010
Una cara que lo dice todo
Este fin de semana empezaron las fiestas de Cortes (el pueblo de mi mujer) y allí nos fuimos a disfrutarlas lo mejor posible.
Como siempre, ponen atracciones para los niños: caballitos, camas elásticas, etc. Después de ir a Misa, Cristina quería ir urgentemente a montarse en ellas. Le conseguimos convencer para quedarnos en la plaza y ver un rato las vacas bravas, con la promesa de ir después a montarnos en los caballitos.
En cuanto salimos de la plaza nos recordó nuestro acuerdo y nos fuimos directamente hacia las atracciones. Por un momento nos despistamos y cuando quisimos darnos cuenta Cristina había desaparecido de nuestra vista. Por fortuna, ya somos expertos y sabíamos dónde la podíamos encontrar.
Efectivamente, se había colado dentro de una de las atracciones. Cuando llegamos allí estaba disfrutando de lo lindo. Su madre le preguntó: -"Cristina, ¿dónde está la ficha?" Su cara de pasárselo bien cambió radicalmente a un gesto de desconcierto y confusión. Se acababa de dar cuenta que no había cumplido con la norma previa de pagar la ficha y dársela a la persona responsable.
A Cristina en ocasiones no le es fácil respetar las normas bien porque no quiere o bien porque actúa sin pensar, pero en esta ocasión al ver su cara quedó claro que fue lo segundo.
Como siempre, ponen atracciones para los niños: caballitos, camas elásticas, etc. Después de ir a Misa, Cristina quería ir urgentemente a montarse en ellas. Le conseguimos convencer para quedarnos en la plaza y ver un rato las vacas bravas, con la promesa de ir después a montarnos en los caballitos.
En cuanto salimos de la plaza nos recordó nuestro acuerdo y nos fuimos directamente hacia las atracciones. Por un momento nos despistamos y cuando quisimos darnos cuenta Cristina había desaparecido de nuestra vista. Por fortuna, ya somos expertos y sabíamos dónde la podíamos encontrar.
Efectivamente, se había colado dentro de una de las atracciones. Cuando llegamos allí estaba disfrutando de lo lindo. Su madre le preguntó: -"Cristina, ¿dónde está la ficha?" Su cara de pasárselo bien cambió radicalmente a un gesto de desconcierto y confusión. Se acababa de dar cuenta que no había cumplido con la norma previa de pagar la ficha y dársela a la persona responsable.
A Cristina en ocasiones no le es fácil respetar las normas bien porque no quiere o bien porque actúa sin pensar, pero en esta ocasión al ver su cara quedó claro que fue lo segundo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)